lunes, 17 de diciembre de 2007

Hay cosas que solo se ven con los ojos cerrados, con el corazon, lo estuve pensando tras leer un cuentico que quiero compartir con ustedes, si podeis leer algo de este hombre tambien os lo recomiendo, ahi os dejo con él:

“Con los ojos cerrados”
Reinaldo Arenas

A usted sí se lo voy a decir, porque sé que si se lo cuento a usted no se me va a reír en la cara ni me va a regañar. Pero a mi mamá, no. A mamá no le diré nada, porque, de hacerlo, no dejaría de pelearme de regañarme. Y, aunque es casi seguro que ella tendría toda la razón, no quiero oír ningún consejo ni advertencia. Porque no me gustan los consejos ni las advertencias.Por eso. Porque sé que usted no me va a decir nada, se lo digo todo.
Ya que solamente tengo ocho años, voy todos los días a la escuela. Y aquí empieza la tragedia, pues debo levantarme bien temprano -cuando el primeo que me regaló la tía Grande Angela sólo ha dado dos voces-, ya que la escuela está bastante lejos.
A eso de las seis de la mañana empieza mamá a pelearme para que me levante, y ya a las siete estoy sentado en la cama y estrujándome los ojos. Entonces todo lo demás tengo que hacerlo corriendo: ponerme la ropa corriendo, llegar corriendo hasta la escuela y entrar corriendo en la fila, pues ya han tocado el timbre y la maestra está parada en la puerta.
Pero ayer fue diferente, ya que la tía Grande Angela debía irse para Oriente y tenía que coger el tren antes de las siete. Y se formó un alboroto enorme en la casa, pues todos los vecinos vinieron a despedirla y mamá se puso tan nerviosa que se le cayó la olla llena de agua hirviendo en el piso cuando iba a echar el agua en el colador para hacer el café, y se le quemó un pie.
Con aquel escándalo tan insoportable no me quedó más remedio que despertarme. Y ya que estaba despierto, pues me decidí a levantarme.
La tía Grande Angela, después de muchos besos y abrazos, pudo marcharse. Y yo salí en seguida para la escuela, a pesar de que todavía era bastante temprano.

Hoy no tengo que ir corriendo, me dije casi sonriente. Y eché a andar, bastante despacio por cierto. Y cuando fui a cruzar la calle me tropecé con un gato que estaba acostado en el contén de la acera. Vaya lugar que escogiste para dormir, le dije, y lo toqué con la punta del pie, pero no se movió. Entonces me agaché junto a él y pude comprobar que estaba muerto. El pobre -dije-, seguramente lo arrolló alguna máquina1 y alguien lo tiró en ese rincón para que no lo siguieran aplastando. Qué lástima, porque es un gato grande y de color amarillo que seguramente no tendría ningunos deseos de morirse. Pero bueno: ya no tiene remedio. Y seguí andando.
Como todavía era temprano, me llegué hasta la dulcería, que aunque está un poco lejos de la escuela, hay siempre dulces frescos y sabrosos. En esta dulcería hay también dos viejitas paradas a la entrada con una jaba2 cada una y las manos extendidas, pidiendo limosnas… Un día yo le di un medio3 a cada una y las dos me dijeron al mismo tiempo: "Dios te haga un santo." Eso me dio mucha risa y cogí y volví a poner otros dos medios entre aquellas dos manitas tan arrugadas y pecosas, y ellas volvieron a repetir: "Dios te haga un santo", pero ya no tenía tantas ganas de reírme. Y desde entonces, cada vez que paso por allí, ellas me miran con sus caras de pasas4 pícaras y no me queda más remedio que darles un medio a cada una… Pero ayer sí que no podía dar nada, ya que hasta la peseta5 de la merienda la gasté en tortas de chocolate.
Y por eso salí por la puerta de atrás, para que las viejitas no me vieran.
Ya sólo me faltaba cruzar el puente, caminar dos cuadras y llegar a la escuela.
En el puente me paré un momento porque sentí una algarabía enorme allá abajo, en la orilla del río. Me arreguindé de la baranda y miré: un coro de muchachos de todos los tamañnos tenía acorralada a una rata de agua en un rincón y la cosaban entre gritos y pedradas. La rata corría de un extremo a otro del rincón, pero no tenía escapatoria y soltaba unos chillidos estrechos y desesperados. Por fin, uno de los muchachos cogió una vara de bambú y golpeó con fuerza sobre el lomo de la rata, reventándola. Entonces todos los demás corrieron hasta donde estaba el animal, y tomándolo entre saltos de entusiasmo y gritos de triunfo, la arrojaron hasta el centro del río, pero la rata muerta no se hundió y siguió flotando hasta perderse en la corriente.
Los muchachos se fueron con la algarabía hasta otro rincón del río. Y yo también eche a andar.
"Caramba-me dije-, qué fácil es caminar sobre el puente. Se puede hacer hasta con los ojos cerrados pues a un la do tenemos las rejas que no lo dejan a uno caer en el agua, y del otro, el contén de las aceras, que nos avisan antes de que pisemos la calle." Y para comprobarlo cerré los ojos y seguí caminando. Al principio me sujetaba con una mano de la baranda del puente, pero luego ya no fue necesario. Y seguí caminando con los ojos cerrados. Y no se lo vaya Usted a decir a mi madre, pero con los ojos cerrados uno ve muchas cosas, y hasta mejor que si los lleváramos abiertos… Lo primero que vi fue una gran nube amarillenta que brillaba unas veces más fuerte que otras, igual que el sol cuando se va cayendo entre los arboles. Entonces apreté loa párpados bien duro y la nube rojiza se volvió de color azul. Pero no sólo azul, sino verde. Verde y morada. Morada brillante, como si fuese un arco iris de esos que salen cuando ha llovido mucho y la tierra está ahogada de tanta agua que le ha caído arriba.
Y con los ojos cerrados me puse a pensar en las calles y en las cosas; sin dejar de andar. Y vi a mi tía Grande Angela saliendo de la casa. Pero no con el vestido de bolsas rojas que es el que siempre se pone cuando va para Oriente, sino con un vestido largo y blanco. Y de tan alta que es, parecía un palo de teléfono envuelto en una sábana. Pero se veía bien.

Seguí andando. Y me tropecé de nuevo con el gato en el contén. Pero esta vez, cuando lo rocé con la punta del pie, dio un salto y salió corriendo. Salió corriendo el gato amarillo brillante porque estaba vivo y se asustó cuando lo desperté. Y yo me reí muchísimo cuando lo vi desaparecer desmandado y con el lomo erizado que parecía que iba a soltar chispas.
Y seguí caminando, con los ojos, desde luego, bien cerrados. Y así fue como llegué de nuevo a la dulcería. Pero como no podía comprarme ningún dulce, pues ya me había gastado hasta la última peseta de la merienda, me conformé con mirarlos a través de la vidriería. Y estaba así, mirándolos, cuando oigo dos voces detrás del mostrador que me dicen: "¿No quieres comerte algún dulce?" Y cuando alcé la cabeza vi con sorpresa que las dependientas eran las dos viejecitas que siempre estaban pidiendo limosnas a la entrada de la dulcería. Y no supe qué decir. Pero ellas parece que adivinaron mis deseos y sacaron, sonrientes, una torta grande y casi colorada hecha de chocolate y almendras. Y me la pusieron en las manos.
Yo me volví loco de alegría con aquella torta grande. Y salí a la calle.
Cuando iba por el puente con la torta entre las manos, oí de nuevo el escándalo de los muchachos. Y con los ojos cerrados me asomé por la baranda del puente y los vía allá abajo, nadando apresurados hasta el centro del río para salvar a una rata de agua, pues la pobre parece que estaba enferma y no podía nadar.
Y los muchachos sacaron a la rata del agua y la depositaron temblorosa sobre una piedra del arenal para que se oreara con el sol. Entonces los fui a llamar para que vinieran hasta donde yo estaba y comernos todos juntos la torta de chocolate, pues, después de todo, yo sólo no iba a poderme comer aquella torta tan grande.
Palabra que los iba a llamar. Y hasta levanté las manos con la torta y todo encima para que la vieran y no fueran que era mentira, lo que les iba a decir, y vinieran corriendo. Pero entonces, "push", me pasó el camión casi por arriba en medio de la calle que era donde, sin darme cuenta, me había parado.

Y aquí me ve usted: con las piernas blancas por el esparadrapo y el yeso. Tan blancas como las paredes de este cuarto donde solo entran mujeres vestidas de blanco para darme un pinchazo o una pastilla, desde luego blanca.
Y no crea que lo que le he contado es mentira. No vaya a pensar que porque tengoun poco de fiebre y a cada rato me quejo del dolor en las piernas estoy diciendo mentiras, por que no es así. Y si usted quiere comprobar si fue verdad, vaya al puente; que seguramente debe estar todavía, toda desparramada sobre el asfalto, la torta grande y casi colorada hecha de chocolate y almendras que me regalaron sonrientes las dos viejecitas de la dulcería.

viernes, 14 de diciembre de 2007

Bonito

"Cuando te digan algo bonito, guárdalo en tu interior. Y cuando te digan algo feo, piensa en lo bonito que llevas en tu interior, si llevas lo bonito en tu interior, serás bonito" esto se lo dijo a Diego su mamá, cuando de pequeño Diego llegó a casa con una carta de la maestra en la que decía la maestra que Diego tenía problemas de integración. La mamá de Diego supo que eso que la maestra llamaba "problema de integración" en plural, había sido una pelea que Diego había tenido con María y otras niñas que lo habían llamado: "Sucio gitano".

Ahora Diego enseñaba en el centro social del barrio, enseñaba a bailar, "a sacar el baile de adentro de cá uno", a niños diversos de diversos colores, educaciones y futuros, y cuando algún adulto le preguntaba porqué se dedicaba a aquello con tanta pasión, Diego lo miraba con sus ojos azabache y decía: "Porque es bonito".

miércoles, 12 de diciembre de 2007

Con el frío que hace
aquí estoy escribiéndote un cuento...
ya dije que sufrir tan por sufrir es ser estúpido
pero no me puedo dormir
te tengo en la garganta
no atravesada
nombrándote
diciéndote
cosas que no puedo decirte...
con el frío que hace
sin tí
cerca de la cara
o a la altura de tu cuello...
todas esas cosas que no puedo decirte porque pasan
y ya
porque caen al olvido en cuanto te pienso
y pienso en llamarte
y pienso en escribirte
con el frío que hace.

martes, 11 de diciembre de 2007

La familia Fo (Franca Rame, Jacopo y Darío Fo) escribieron hace tiempo el texto que reproduzco a continuación, a propósito de que hace poco me censurasen unas charlas de sexualidad en un instituto, la iglesia que... no quiero amargaros la lectura, disfrutad:

ADAN Y EVA: LA PRIMERA RELACIÓN SEXUAL.

¨No sé qué le ocurre a Adán. Lleva un tiempo obsesionado con la idea del Demonio... yo no sé quién es ese Demonio y él tampoco se aclara. La culpa la tiene ese ángel que apareció de pronto en el cielo... un volátil, que daba vueltas sobre nosotros con las alas desplegadas, como un aguilón, gritando: ¨¡Debéis temer al Diablo-Demonio que anida en cada criatura disfrazado de hermosura! ¿Cuando lo veáis, arrojadlo de inmediato al infierno para su castigo!¨. Y vum, vum, vum ¡allá que se fue! ¡Desaparecido!

Y yo pregunto: ¿os parecen maneras de dar un mensaje? Vuelve pajarraco... espera un momento, ¿no? ¡Y explícate! Por la bronca del ángel mi pobre Adan quedó trastornado, y me gritaba: ¨¡Eva! ¡Eva!... ¿quién es ese Diablo- Demonio?¨ ¨Adan, no me grites, que estamos solos en el mundo y no estoy sorda. Debe de ser alguien que está contra Yahvé Dios¨. ¨¿Y donde está, Eva?¨ ¨Dice que anida en cada criatura disfrazado de hermosura...¨ ¨Entonces, Eva, también puede anidar en mí¨, me dice. ¨Bueno, le digo para que se tranquilice, entonces también puede esconderse dentro de mí...¨ ¨Sí, Eva, es más fácil que esté dentro de tí ese Diablo-Demonio, disfrazado de hermosura...¨

¡Yo! ¡Yo podía ser el Demonio disfrazado de hermosura! ¡Me sentí enrojecer tanto que casi me desmayé! ¡Hermosa! ¡Me ve hermosa! Me dieron ganas de abrazarle. De echarme a su cuello gritando: ¨Sí, yo soy hermoso Diablo-Demonio...¡y te arrastraré al infierno!¨

¿El infierno? ¿Que es eso del infierno? Un lugar. Pero ¿que lugar? Tal vez un barranco, una prisión donde hay que encerrar a ese Diablo para darle castigo. ¡Yahve Dios, la que había liado el pajarraco!

El bobo de mí Adan ahora veía al Demonio en todas partes. Y la tomó conmigo. Me echó de la cueva. ¨¡Fuera!¨, gritaba, ¨¡Vete fuera!¨. ¨¿Pero que te pasa?¨ Estábamos jugando como dos chiquillos, revolcandonos abrazados en la hierva, y al levantarme en brazos me soltó de golpe, alejándome. ¨¿Te has vuelto loco?¨. ¨Vete a tu infierno¨, grita, y se encierra en la cueva, tapando la entrada con la cerca. Trate de entrar, le supliqué. ¡Nada! Se había atrincherado. ¨Adan, no me dejes sola... No soy el Diablo, ¡te lo juro! Se está haciendo de noche, Adan, y no quiero dormir sola ¡Tengo miedo!. Nada, no me contesto nada.

Me acurruqué fuera. Esperé... sentí algo que me apretaba aquí, en la garganta. ¨¿Que és?¨ El ¨Dolor¨... es la primera vez que siento ¨el dolor¨. Intento llorar un poco, por si me sirve de consuelo. No me sale ni una lagrima, y siento una pena sorda que me parte el corazón. Se va la luna... la noche oscurece... ya no se ven las estrellas... Un súbito zig-zag de relampagos surca el cielo... ¡Un estruendo! Y llueve, llueve a cantaros... estoy tan desesperada que no me importa correr en busca de refugio. Más relampagos. Caen trozos de hielo. ¿Qué será? Empiezo a temblar de frio. No siento las manos.. las piernas. Me quejo... ¨Ohooo¨me quejo. La cerca se mueve. ¡Por fin se ha decidido! Se asoma el hombre. Me siento mal... me levanta en brazos... me lleva a la guarida... me frota con hojas... me frota por todas partes. Me llama: ¨Eva¨... no puedo contestar. Tengo la lengua entumecida. Me llama gritando: ¨¡Eva! ¡Eva!¨¡Que bonito es mi nombre en su boca! Me abraza, trastornado. Me aprieta. Me sopla su aliento en la cara... me la lame. Llora. ¡El hombre llora!

Poco a poco vuelvo a sentir un poco de calor. Consigo mover con esfuerzo los dedos y los brazos. Yo también le abrazo. Siento una cosa que se me clava en mi vientre... ¨¡Yahvé Dios! ¿Que es? ¿Un ser vivo? Adán se separa apenas: ¨No sé¨, responde, azarado, ¨también me ocurrio el otro día al levantarte en brazos, cuando jugabamos. ¡Por eso te eché!¨. ¨¿Y por qué? ¿Qué tengo yo que ver con ese apéndice tuyo que se pone tan travieso y sale hacia fuera?¨ ¨Pero sólo sale cuando te acercas... sobre todo si te ríes... y también por tu olor¨. ¨¿Siente curiosidad por las risas y el olor? ¿No será un mal, una dolencia? No sé... ¿como un bubón risueño?¨ ¨No, no me duele, ¡todo lo contrario! Pero me turba... me provoca mucho calor, hasta en la cabeza.¨ ¨¿Calor en la cabeza? Entonces no es cosa natural. ¿Crees que anda por medio el Demonio? ¨Sí, creo que sí, Eva... creo que es el mismísimo Demonio en persona... ¡disfrazado de hermosura!¨ ¨Bueno, no exageres, no veo yo tanta hermosura... ¡Ni siquiera tiene ojos!¨ ¨¡Esta claro que el Diablo es ciego!¨ ¨Entonces, ¿por qué se pone tan contento, si no me ve?¨ ¨¡Será que el amor es ciego!¨ ¨¿El amor? ¿De dónde te sacas Adan esa palabra, ¨el amor¨, que no la había oído antes?¨ ¨No sé, me ha salido sola... de pronto, de los labios... cuando siento estas ganas locas de abrazarte... de estrujarte a revolcones. Me sale gritarte ¡Amor!¨ ¨A mí también... siento la misma calentura. ¿probamos otro revolcón?¨

Y así volvimos a abrazarnos, enredandonos en juegos y caricias. ¨Ya está otra vez ese demonio empujando...¿Dónde quiere meterse?¨ ¨Déjale, Eva... quiero saber hacia dónde se encamina...¨ ¨¡Yahvé Dios! Quiere meterse aquí abajo... y empuja... Me falta el aliento...¨ ¨No quiero ofenderte¨, jadea con esfuerzo Adán, ¨pero juraría que dentro de tí se esconde el infierno...¨ Palidezco. ¨Y yo creo Adán que sé dónde esta ese lugar... ¡pues siento ahí el fuego del infierno!¨ ¨Debemos obedecer al ángel de Yahvé Dios que nos dijo: ¨¡Cuando veaís al demonio, arrojadlo de inmediato al infierno para su castigo!¨¡Pues castiguemos a este diablote malvado, castiguemoslo!¨
Fuera, el cielo estalla en relampagos... ráfagas de viento azotan con violencia los árboles, que al igual que nosotros se abrazan suspirando... el agua rebulle hasta el mar. Incluso los animales callan. Sólo nosotros gemimos, casi maullando. ¡Yahvé Dios! Como el diablo de Adán encuentre tanto júbilo como yo con mi infierno... ¡se volverá loco! Me embarullo toda... jamás podré explicaros el zarandeo... el revoloteo... el retozo... el regocijo...

¡Qué idea la tuya, Yahvé Dios, de imponer a Adán el Demonio, y a mí el profundo infierno! Que pedázo de milagro has hecho Señor... ¡Eres el Sumo Hacedor, el Gran arquitecto! ¡Aleluya, aleluya! ¡Y amén!

FRANCA, JACOPO Y DARIO FO.

lunes, 3 de diciembre de 2007

Ya no me brotan tan fácil las palabras de ánimo
He cruzado desiertos de más de cuarenta días…
Pero en sólo dos minutos puedo encontrar al menos dos razones para seguir viviendo

Ya no soy ignorante aunque sigo siendo ingenuo
sé lo duras que son algunas tardes de lluvia
y creo en los helados de chocolate
en las piruletas
y en las cosquillas que me hace mi sobrina.

Creo en pequeñas cosas
pequeñas cosas a las que quizá haga muy poco prestaba muy poca atención

Sigo haciendo proyectos
pero no dejo que se me caiga el mundo al suelo
si no caminan.
Al fin y al cabo
Alfonso tenía razón cuando me dijo:
“Esta vida es sólo una vez
y es para ser feliz”
Pues a eso me pongo cada día
en eso estoy.
En no sufrir demasiado.
Ya dije que sufrir tan por sufrir es ser estúpido.

Puestas de sol
playa y montaña
un poquito de tinto de verano
un beso
una cosa que me pasa y me da risa
cualquier cosa que seque las lágrimas del tiempo.

Y caminar (los caminos, los amores, los países)
Aunque no me broten ya tan fácil
las palabras de ánimo.