viernes, 9 de noviembre de 2007

Bajo mi responsabilidad

El pasado martes día tres de Julio cerca de las diez de la noche anduve por Albatera para volver a encontrarme con un viejo amigo. Amigo porque me hace feliz, porque me siento y le siento parte de un barco que no sé si es suyo o es mío (aunque intuyo que es de todos), y porque alguien me dijo que los amigos se eligen y, puestos a elegir entre el Alcalde de Albatera y Leo Bassi, es un placer elegir a Bassi. A Bassi, al que además de amigo he llamado viejo porque viene de un largo linaje de bufones, porque dicen que los payasos suelen ser los más viejos y, por ende, los más sabios del circo, y porque mi abuelita me enseñó que viejo no es gastado sino camino que predice el mañana, y mañana, más allá de los cambios políticos que suframos, Bassi va a seguir haciéndonos reir y pensar.
No pude verlo, no pudimos cuantos estábamos allí, el porqué habrá que preguntárselo al Alcalde, que, parece ser, es quien manda en Albatera. Allí estábamos enfrente del busto de Miguel Hernández, cuantos acudimos a esa políticamente incorrecta convocatoria de un payaso que se honra de serlo, todos los que queríamos que –me permito tutearlo (él es clown y lo entenderá, supongo, y, si así no fuese, Sr Bassi, este cara blanca le pide perdón de antemano)- Leo nos hiciera su “Revelación”. Éramos unos cuantos ciudadanos/pueblerinos (que me honro de ser) pero no borregos, libres y pensantes –bienpensantes, diría yo-, que queríamos ver a ese loco suelto que nos iba a revelar tantas cosas, haciéndonos de espejo.
En el otro lado del espejo, en su casa, relativamente tranquilo, supongo –porque no pudimos verlo por allí- estaría el Alcalde. El Alcalde que quizá riese un poco o se indignase mucho a la mañana siguiente al ver el ayuntamiento poblado de carteles de esa “Revelación” que Leo no pudo revelarnos bajo responsabilidad de la municipalidad de Albatera, de la que él, risueño o indignado, es alcalde-presidente, ¿me equivoco?
Entre los que estábamos allí había una mezcla de indignación e impotencia. Y una mixtura de rabia, de ternura, y de responsabilidad ciudadana nos hizo andar las calles sin escandalizar para decir eso, que no sabíamos exactamente porqué, Leo no estaba allí con nosotros.
Anduvimos con el máximo respeto, más del que mi cuerpo de teatrero me pedía, las calles de Albatera conversando, como hacemos las personas en democracia Señor Alcalde; nos colocamos en este lado del espejo. Y desde este lado del espejo me pregunto si no le dará vergüenza mirarse en nosotros.
Una amiga de Crevillent –de la mitjor terreta del món, porque todo el mundo es buena tierra- me dijo que le dolía no poder hacer nada, a lo que contesté: “Dentro de nueve o diez horas, cuando duermas, cumple con tu responsabilidad, cuéntalo”. Y por eso estoy aquí, en Orihuela, mirándome en Miguel Hernández, el poeta con quien, si otros más duros y siniestros que usted Sr Alcalde no lo hubieran llevado donde lo llevaron, quizá por azar o destino podríamos haber andado conversando las calles de Albatera, con quien las anduvimos “in memoriam”, ese Miguel Hernández que quizá para usted sólo sea un busto enorme y el nombre de una casa de cultura que aquel martes quedó vacía y sin risas Sr Alcalde. Por todo eso y por mí, estoy aquí, en la calle, dándole al bolígrafo, posicionado, bajo mi responsabilidad, para mirarle a usted Sr Alcalde, para mirarnos, para mirarme y no sentir vergüenza.

Lafu.

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